En 1931, Clara Campoamor formula su famoso discurso ante las Cortes Generales en defensa del voto femenino y, como todas sabemos, la resistencia a concederlo no solo provino de los sectores conservadores, si no también de la propia izquierda de la época, que en boca de la diputada Victoria Kent, defendía que las mujeres aún no estábamos preparadas para ejercer dicho derecho argumentando que si se nos permitía votar, lo haríamos influenciadas por nuestros maridos y/o tutores masculinos, por lo que la derecha triunfaría por culpa de las mujeres.
Sería increible, si las feministas no estuvieramos escarmentadas en todo esto de ser acusadas de todos los males del mundo, que 90 años después de que las mujeres pudiésemos votar por primera vez en España, con una izquierda despolitizada por completo, a la que ni siquiera podemos mandar a estudiar ni formarse sobre el pensamiento que debería infundir sus bases, so pena de ser llamadas burguesas, pero que ensalza, atribuye premios e incluso cargos políticos a personajes que en otra época donde aún no existía Instagram o Tik Tok, iríamos a ver al Circo como entretenimiento popular, pero en los que obviamente a nadie se le ocurriría confiar algo tan serio como nuestro futuro.
Sería increible, pero no lo es, que en vez de hacer autocrítica de la deriva en que se encuentra la clase política que dice representar al pueblo, se nos culpe una vez más a las mujeres del triunfo de la derecha y del fascismo en España. Casi un siglo después se nos sigue infantilizando y utilizando de chivo expiatorio para justificar su ineficacia, porque es más facil jugar con la culpa y el chantaje emocional que responsabilizarse del cargo que se ocupa.
Pero las mujeres no somos imbéciles, sabemos que detrás de todo esto se esconde simple y llanamente lo mismo de lo que se acusa al resto de la clase política, no interesa gobernar un país por filantropia, interesa mantenerse en el poder, y si ello implica arañar votos de un colectivo como el LGTBIQ+ (que con tanta letra al final acabará incluyendo al total de la población) el resto no importa, pero si estas estrategias luego no prosperan lo suficiente como para que las mujeres nos pleguemos igualmente y les demos el voto por miedo a que venga algo peor y no por convencimiento, y no vayamos a votar o votemos nulo, por favor recuerden que nosotras si leemos y recordamos a Clara Campoamor y Vicktoria Kent y este cuento ya no cuela.